El traje de cebra era de cuatro patas, el disfraz era para dos personas. Tenías que estar parado y el otro agachado; la carita era deforme y el rol era: semáforo rojo tenías que pasar y volver a pasar, el de atrás se cansaba y tú tenías que sentarte en la acera para descansar; luego han trabajado esa idea y lo han vuelto una sola persona. Antes parecía más una jirafa y el material era de esponja; sudabas más”.
Así recuerda el comienzo Goya Bautista, quien fue una de las primeras en trabajar en el proyecto. Hoy es jefa de la Unidad de Cebras y Educadores Urbanos del municipio paceño.
Transcurría el año 2001 y el programa de la cebras era lanzado un 19 de noviembre, como parte del reordenamiento que se buscaba con la restricción vehicular. El programa se inició con 24 jóvenes en 2001; en 2003, tras un convenio con Fundación Arcoíris (la única fundación con la que trabajan actualmente), aumentó la cifra a 50. Consecutivamente comenzó a crecer la cantidad.
Con los años se sumaron las fundaciones Alalay y Gregoria Apaza; hoy La Paz cuenta con 265 cebras. Además, los muchachos reciben apoyo social en el programa.
"Son 265 cebras, años anteriores hemos tenido 50, 70, 90, 120, 150. En un principio estaban subvencionadas con el apoyo de parte de la secretaría. El año 2010 2011 nos dan apoyo las sub alcaldías, los mismos vecinos, entonces dan una parte de su presupuesto para cebras; por eso el número ha crecido y tenemos cebras en cada macrodistrito”, indica Goya, siempre con una sonrisa al momento de narrar la historia.
En la actualidad, el personaje no sólo es un ícono urbano, llamativo para los visitantes y apreciado por los paceños, también cambió costumbres en La Paz, así lo afirma Sergio Caballero, secretario municipal de Educación y Cultura Ciudadana: "El mayor aporte que han hecho las cebras, ha sido convertir a La Paz en una ciudad mucho más amable. Yo recuerdo, antes que la gente se apropie del proyecto, la ciudad era mucho más caótica en el tema vial, mucho más desordenada”, asegura.
Las cebras nacieron como una herramienta de reordenamiento vial, pero con el pasar de los años su función se fue diversificando. "Creamos este personaje para que nos ayude a evidenciar que había un espacio en el cual podías generar tu derecho ciudadano, transitar por un lugar seguro. La gente comienza a entender que es más seguro cruzar por ciertos punto que cruzar por donde quiera”, indica la autoridad municipal.
"Antes no se hablaba de cultura ciudadana, porque nos lanzamos por el tema de la restricción vehicular. La gente desconocía de cultura ciudadana, desconocía del paso peatonal, desconocía que existían semáforos”, puntualiza Goya Bautista.
Existen diversas imágenes de niños abrazando, jugando y riendo con las cebras, pero todo héroe tiene un antagonista. ¿Serán los choferes? Para Sergio Caballero esto no es así. "Los choferes han cambiado de actitud. Al principio era más toscos, más rudos. Ahora, ellos mismos cuidan a las cebras. Hay un sentimiento de respeto por la función de los educadores urbanos. Hubo un momento que se confundió el rol de las cebras con el del regulador vial -varita-. Ha sido clave la visión y el espíritu que se le dio al programa”, indica.
Es sólo una cuestión de actitud
Carisma, chispa, amabilidad, respeto, son algunos de las virtudes que debe tener una cebra: "La Dirección de Cultura Ciudadana se funda en 2005 y Sergio Caballero da las primeras capacitaciones de teatralización y entramos a unidades educativas con la obra Mateo y su cebra, que es una obra en la que la cebra es protagonista junto a un niño y hay personajes que representan a la ciudad en ciertos momentos”, evoca Goya.
A partir de eso, "creció la demanda” no sólo de ordenamiento vial, sino también para educar a la gente a tirar los desechos al basurero o instruir a los choferes acerca de la contaminación acústica, producto de sus bocinazos.
En los talleres de formación de cebras se incide en el lenguaje corporal y en el carisma que deben tener las cebras, que "tienen que ser juguetonas”, indica Bautista.
Para los turistas resulta algo peculiar ver cómo unos muchachos disfrazados ordenan la ciudad. "Para gente que llega del exterior es algo totalmente extraño ver a un joven vestido de cebra ayudando a pasar a la gente en las calles. Cuando se enteran del trasfondo del proyecto, que son jóvenes que están en proceso de inserción laboral o en -algunos casos- proceso de rehabilitación, que además son voluntarios, la naturaleza del voluntariado es algo que también valoran los visitantes”, indica Caballero.
Esta autoridad asegura que urbes de España y Alemania (Bonn) tienen la intención de replicar el proyecto... 15 años después, las cebras pasaron de ser 24 jóvenes a más de 200, de tener máscaras de cartón o esponja a ser un ícono urbano paceño.
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